Guerrera de la vida

GUERRERA DE LA VIDA

Te perdiste en silencio. Paso a paso

te ibas alejando como una sombra

en la noche de las lunas vacías,

cada palabra que no pronunciabas

cada ausencia tuya sumaba tierra

que se desvanecía entre mis manos

como cenizas de fuegos vencidos.

 

Se apagaron los sueños en las tardes

perdidas de ebrios inviernos sombríos

y las risas se fueron enturbiando

cuando la vida sacudió tu puerta

y entró desbocada en tu alma de niña.

 

Sentiste ese miedo cruel que retiene

la respiración y el lento suspiro

y, de repente, nada era ya azul

y el cielo bajó al nivel del techo.

 

Pensaste que nada era más terrible

que cruzar el umbral de la agonía

que la muerte en su febril arrogancia

prolongaría el cuerpo inerte del sueño

que las palabras no te alcanzarían

que no saldrías más de tu refugio

hasta que el mundo entero se rompiera.

 

Pero brotó una mano de esperanza

mientras se estremecían los sentidos

y por dentro ardía en llamas el miedo

y tus ojos agarraron la luz

de todos los incendios del anhelo,

de todos los soles de la alegría.

 

Y aprendiste a mirar con ojos nuevos

los lentos atardeceres de la vida

y a pelear cada segundo de sueño

y a andar con brío los inciertos caminos

que se abrían infinitos a tus pies

para llegar a vivir en esa paz

que dicen alcanzan las valientes almas

que libran sus propias guerras y batallas.

 

Y así mi dulce guerrera de la vida

te hiciste de esa mirada de horizontes

y de ese paso seguro y atrevido

del que ya no tiene miedo a las heridas.

 

Isidoro Irroca

Silencios del subsuelo (Obra registrada)